Descripción
«La guerra es divina en sí misma —dice Conde de Maistre,— por ser una ley del mundo es divina en la gloria misteriosa que la rodea y por el atractivo inexplicable que nos conduce á ella es divina en la protección dada por la Providencia á los grandes capitanes … es divina por la manera inesperada con que se declara, y por los resultados imprevistos que produce…». Nunca fueron más gloriosas las conquistas, nunca floreció más intensamente el espíritu caballeresco, nunca el heroísmo alcanzó mayor grado de sublimidad, nunca el sacrificio fue más desinteresado y nunca fue más férrea la voluntad que cuando marcharon en amoroso consorcio la cruz y la espada. Las murallas de la ciudad de Jericó derribadas por la voluntad de Dios la esplendorosa era de los mártires del cristianismo las cruzadas que alimentara el fervor religioso las reñidas y sangrientas etapas de la Reconquista española los robustos y vigorosos organismos de las Órdenes de Caballería, médula y nervio de pasados tiempos de grandeza, y la gigantesca empresa del descubrimiento y conquista de América monumentos son de que la dogmática de Cristo, inmoble en el zénit de la verdad, ha sido la inspiradora de preclaros caudillos y agente impulsor de notables campañas.
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