Descripción
Agoniza una Reina: es Isabel I de Castilla freno de los nobles, consejero de los caudillos, amparo de los humildes, consuelo de los soldados es la vencedora de Granada, el broche glorioso de una contienda siete veces secular y ante los que con ella compartieron horas dichosas y empresas afamadas, así dice para lo futuro: «E ruego é mando á la Princesa mi hija y al Príncipe su marido que no cesen de la conquista de África…». ¡Dictado de amor para España y de norte para la raza! Son esas palabras algo más que el adiós glorioso de una Reina que supo vencer y quieren sintetizar la aspiración de un pueblo, la vehemencia de los siglos luchadores encarnan el sentir de un Estado que tiene en Granada el más bello de sus alumbramientos y en el descubrimiento de América la más ardiente de sus confirmaciones. ¡E ruego é mando…! Así se expresa en su lecho moribundo la más grande de las Reinas, la Reina más amante de sus tropas, la mujer más devota de su España así habla en los umbrales de la eternidad aquella voluntad que soportó fatigas en los campamentos, que ilustró los consejos de sus capitanes, que mantuvo siempre vigorosa la moral de sus soldados. África es desde entonces el ensueño de la raza nuestra sangre no cesa en su derrame glorioso, en su ardiente ofrenda ella es signo constante de nuestra virilidad, manifestación ruda de nuestro querer ella es quijotesco compendio de nuestros pensares, sello fulgente de la andante españolería ella es la estela gloriosa de los que vencieron como leales, de los que murieron como creyentes.
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