Descripción
Era el día de los esponsales con la Patria el día en que los blancos albornoces desfilaron hermanados con nuestras tropas veteranas y nuestros novicios reclutas el día en que el alma española sintióse conmovida evocando locuras quijotescas y sublimes epopeyas… Millares de soldados, pobres y ricos, aristócratas y aldeanos, obreros y estudiantes, posaron sus labios fervorosos sobre la Bandera de la Patria sobre esa Bendita Enseña que cruzó lo ignoto de los mares para que el verbo de la raza fuese alma máter de un vasto continente, redimido por la Cruz y sujeto por la espada. Ante la Real Familia desfilaron las Academias militares pasó la de Infantería, gallarda, arrogante, orgullosa de su prestigio pasó llena de aliento y de esperanza llevando en los pliegues de su Bandera el beso todavía cálido de los reclutas de Saboya y Wad-Ras. El pueblo madrileño aplaudió á nuestra Academia con cariño y simpatía en aquellos muchachos columbraba la España del porvenir, vigorosa y legendaria en aquella mocedad veía la Patria futura, próspera é infatigable en aquella marcial juventud saludaba á los que por emotivo pacto continuarían las bellas tradiciones del pasado, con sus lauros de gloria y sus épicos acentos. Había concluido el acto de la Jura de la Bandera cruzaba el Rey la calle de Alcalá entre crecientes entusiasmos y delirantes ovaciones y cuando más intenso era el grito de amor á Don Alfonso XIII, hosanna amoroso para España, un malvado anarquista pretende quitar la vida del Rey con tres disparos de revolver.
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