Descripción
Cuánta poesía en aquellos siglos en que la fe y el soldado marcharon de común acuerdo para engrandecimiento de España, para brillo de las armas, para esplendor de la Realeza! ¡Cuánta poesía en aquellas memorables empresas, alimentadas por la fe y sostenidas heroicamente por el cariño intensísimo á España y al Rey! No sólo dominó la fe en aquellos bravos combatientes, que desde los riscos astures hasta las odorantes vegas granadinas labraron inmortal epopeya contra las huestes agarenas también la fe anidó en el alma de los que sobre débiles carabelas surcaron mares ignotos para conquistar extensos imperios y vencer potentes razas, sufriendo penalidades sin cuento. La fe de aquellos nobles luchadores no decae en los siglos siguientes ostentase asombrosa en los cenagosos campos de los Países-Bajos se manifiesta elocuente sobre las ricas campiñas italianas causa admiración en las aguas de Lepanto entusiasma en las victorias que obtienen Carlos I y Felipe II sobre las tropas francesas maravilla en toda aquella epopeya que comienza en la épica batalla de Mulberg y concluye en la rota portentosa de Rocroi. Aquella fe que hizo de nuestro soldado el campeón de la libertad humana, todavía palpita vibrante y gloriosa en el siglo que pasó: contra los sicarios de Bonaparte, detentadores del solar hispano, alza su voz y lucha denodado, tachonando el cielo de la Patria con victorias, como Zaragoza y Bailén, Gerona y Ciudad-Rodrigo contra los hijos de Mahoma, despierta un día sus atávicos ardores, y desde Ceuta hasta Tetuán ofrece á su Patria una serie de brillantes jornadas y de espléndidos episodios.
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