Descripción
Prólogo Tristes signos de estos tiempos de acentuada decadencia son, á juicio mío, la falta de vocación en los profesionales y el consiguiente languidecer y morir de los entusiasmos nobles. Generalmente acontece que no vayan los hombres á abrazarse con las distintas profesiones guiados de aquella secreta inclinación que Dios en las almas suavemente imprime, y que sin duda es la inscripción del temporal destino señalado á cada uno en el altísimo é inefable gobierno de la Providencia. Con persistencia harto dolorosa óyese decir: «En tal carrera ganaré tanto y en tal otra cuanto. Por ésta me decido, que promete mejores ganancias y un más holgado porvenir». Claro es que no siempre semejantes cuentas galanas se realizan, y no es raro ver cómo la suprema justicia, que no por haber para la eternidad reservado su definitiva y gloriosa epifanía volvió por ello la espalda al tiempo y al mundo, castiga á los aludidos severamente, oponiendo á sus autodecepciones la amargura de un desengaño forzoso é irremediable. Mas el hecho es que con aquellas egoístas miras trazan los hombres sus caminos. ¡Así van éstos de torcidos y revueltos y encontrados! De los que así en las profesiones se introdujeron, no por el atrio real de la vocación, alta la frente y el corazón animoso, sino por la falsa puerta de un mezquino interés, será en vano esperar que desarrollen un átomo de ando menos la fuerza del entusiasmo, fruto de la muy exqui sita y enamorada concepción del deber.
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