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¿Quién era?

Eloy Gonzalo García

Corría el año 1868. Un recién nacido es abandonado en una inclusa de Madrid con una nota que decía “Este niño nació a las seis de la mañana. Está sin bautizar y rogamos que le ponga por nombre Eloy Gonzalo García, hijo legítimo de Luisa García, soltera, natural de Peñafiel. Abuelos maternos, Santiago y Vicenta”.

Nunca llegó a conocer a su familia biológica. Eloy Gonzalo fue acogido por una familia hasta los 11 años –edad en la que la familia de acogida dejaba de percibir el subsidio de la inclusa-. Entonces, el adolescente decidió volver a Chapinería, donde había pasado parte de su infancia y donde logró sobrevivir realizando trabajos de albañil, labrador, carpintero y aprendiz de barbero.

Con 21 años, el joven se alistó en el Regimiento Dragones de Lusitania 12º de Caballería, donde alcanzó el rango de cabo. Tres años más tarde, ingresó en el cuerpo de Carabineros y fue destinado a la Comandancia de Estepona (Málaga). Posteriormente solicitó su traslado a la Comandancia de Algeciras, que le fue concedido.

De nuevo, la desdicha recae sobre Eloy Gonzalo. A punto estaba de casarse cuando sorprendió a su prometida en la cama con un teniente. El joven enamorado, traicionado de nuevo, zarandeó al superior y le amenazó de muerte con su pistola. Por este hecho, fue llevado a un Consejo de Guerra y condenado a 12 años de prisión por un delito de subordinación.

Era una época convulsa en España debido, sobre todo, a la situación en Cuba. Cánovas llegó al poder y adoptó las medidas que la situación requería. Entre ellas, promulgó el Real Decreto de 25 de agosto de 1895, por el que indultaba todo el personal militar en prisión –en el que no hubiese delito de sangre- que estuviese dispuesto a luchar en la Guerra de Cuba. Así lo solicitó Eloy Gonzalo y le fue concedido.

Desembarcó en La Habana como soldado de Infantería y fue destinado al Regimiento María Cristina nº 63 para, un año después, ser destacada en la guarnición de Cascorro.

Al inicio del combate el panorama era desolador. 2000 hombres del ejército cubano frente a los 170 del ejército español. No disponían ni del personal ni de los medios adecuados para el combate. Tan sólo contaban con rifles que, en principio, hacían mantener a raya a los cubanos. La contienda continuaba y el enemigo continuaba su avance. Se posicionaron en un edificio situado a 50 metros del fuerte principal desde donde podían matar, de un solo disparo, a cualquier militar español.

El capitán Neila rechazó en numerosas ocasiones las proposiciones de retirada, pero la situación comenzó a ser insostenible. En un último intento, solicitó un voluntario que penetrara en las filas enemigas y prendiera fuego al edificio desde el que el enemigo estaba dominando la posición española. Eloy Gonzalo no se lo pensó dos veces y se presentó voluntario con una única condición: que fuese atado con una soga para que, en caso de que le mataran, su cuerpo pudiese ser recuperado.

Así, Eloy Gonzalo, provisto de cerillas y una lata de petróleo, salió del fortín –apoyado por fuego amigo-, se dirigió al edificio enemigo, lo incendió, regresó ileso y la posición española pudo ser liberada. Se ordenaron dos salidas más para atacar al enemigo y, en ambas, Eloy Gonzalo volvió a ser voluntario.

Por estos hechos, le concedieron la Medalla de Plata del Mérito Militar con distintivo rojo.

Eloy Gonzalo falleció el 18 de junio de 1897 a causa de una enterocolitis ulcerosa. Los restos mortales se trasladaron a Madrid, donde recibieron un gran y popular homenaje, y fueron depositados en la basílica de Atocha e inhumados en el cementerio de la Almudena.

Tres monumentos honran su memoria: la plaza del Cascorro, en Madrid, en Chapinería y en San Bartolomé de Pinares.


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