Descripción
El sueño de la Patria.— 2. La aurora de un nuevo cielo.— 3. En Marruecos.— 4. Realeza y aristocracia 1. El crepúsculo de 1898 había lanzado sus pálidos rayos de oro y grana cesaba un cielo deslumbrante España iba á dormir para soñar en su historia gigantesca. España difundió el verbo de la raza con la cruz y con la espada meritísimos misioneros y beneméritos soldados llevaron sobre la faz de la tierra la luz de nuestra ciencia y nuestra hidalguesca condición unos y otros hicieron del Zodíaco de la tierra el camino de las glorias españolas. Dormitaba España pero su alma era todavía como la de aquellos siglos que tuvieron el lodo por lecho y el firmamento por tienda su alma era idéntica á la de aquellos rudos luchadores que, con la peste y el hambre, escalaron las cimas de la gloria. La buena España había cerrado sus divinos ojos sobre su augusta frente no brillaba, no, el refulgente sol de las victorias la luna, esa lágrima de dolor vertida sobre los insondables espacios, proyectaba en cambio sus rayos dulces de paz y de amor. ¡Así empezó el sueño de la Patria, añorando sus horas felices, sus triunfos portentosos, sus empresas quijotescas y sus benditas locuras! España soñó fervorosamente con la misma fe que puso Colón en las silentes noches de su estoico navegar á través de las ignotas ondas atlánticas con la misma fe que animó al extremeño Cortés en su noche triste con la misma fe que guió á los encamisados de Flandes para mayor gloria de su Patria y de su Rey.
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